Carlos Baudilio Morales


CARLOS Baudilio Morales (Bilbao, 1966)
 
Carlos Baudilio Morales captura los estilos del lenguaje de la abstracción moderna como si fueran objetos perdidos. De forma selectiva extrae corrientes diferentes de entre los géneros del siglo pasado y las trae con sorprendente sincronismo y una desconcertante presentación nueva, siendo éstas en algunos casos corrientes contrarias como el impresionismo, el Pop-Art o el arte informal.

En el terreno del estilo crea un clima estético característico, presentando una densa mezcla de afirmación, distancia e intensidad, que va más allá de la obra singular.
En la vaguedad escenificada, lo heterogéneo de los estilos aceptados en la historia del arte se vuelve compatible, se extiende hacia todas las direcciones, se encamina bien dirigido por acentos gestuales hacia una bovina atravesada por una corriente de motivos, que llegan sorprendentemente desde la diferencia histórica a estar de forma perfecta el uno junto al otro.

La energía de la pintura se transmite en forma de un campo cambiante casi magnético a la base de los utensilios de pintura, transformándose allí en calor. Cualquiera que haya visitado una exposición de Carlos Baudilio Morales  tiene la impresión incierta de que recupera expresamente, pero de forma discreta, la efectividad perdida. Él la provoca a través de la inducción de remolinos que calientan el contenido de una cabeza colocada metafóricamente encima, y desde allí transmite calor. Este se impone de forma continua con citas de realidad asimiladas en color, juntando instrumentos de apero antiguos como carros para recoger heno y presas de fruta, pintados en tonos de neón. O muestra en color lámparas que resplandecen y revestimientos murales iluminados de forma monocromática.

Carlos Baudilio Morales juega con gran refinamiento, escenificando distintas fórmulas de estilo con fricciones entre idiomas proscritos del arte.
Sin embargo, mientras mezcla la validez  de los lenguajes de formas históricas, la influencia ejercida en el medio ambiente se convierte en cliché de formas de expresión engrumecidas (coaguladas) en una nueva realidad. La utilización de material críptico en la línea de tierra produce una unión de este campo, a través de la cual este carisma creado constituye una unidad estilística propia.

Para él no se trata únicamente del desencanto de la en su día sublime abstracción como el modelo básico para el presente, ni de un distanciamiento irónico postmoderno, menos aún de un revivir de formatos pasados. Cuando lleva a la superficie cualquier idioma de imágenes, Carlos Baudilio Morales persigue otro camino interesante, y toma éstas imágenes en serio y en su reflejo las emparenta y al mismo tiempo les da un carácter ajeno a la realidad.
Cuando revitaliza con amarillo fluorescente y en tonos naranjas el gesto libre y rápido de un arbusto de sauco, cuando evoca en un colorido drástico imágenes abstractas o adapta en formato grande el lenguaje visual de un siglo pasado, esconde en todo ello al menos tanta afirmación como pasajes citados, tanta mirada nueva como muestra de clichés: “ El pintor no tiene solamente que pintar lo que ve delante suyo sino también lo que ve en él. Si no ve nada en él mismo, entonces omite también lo que ve delante suyo” dice Caspar David Friedrich. Y Carlos Baudilio Morales: “Esto es algo en lo que se ha puesto de acuerdo mucha gente de forma evidente y por eso intento llegar hasta su núcleo, cogerlo y darle un alma nueva”.
De esta forma, según las palabras de un crítico berlinés, uno puede sentir realmente la pintura como liberadora, “cuando un artista la describe como construcción completa y al mismo tiempo siente que puede creer en ella”.

Conozco a Carlos Baudilio Morales desde el año 1990, cuando tomó parte en un curso de verano que realicé en Montesquiu. Me llamó la atención. Sin dejarse influir por las convenciones del negocio del arte se pintó un cortafuego de sueños radicales a través de la academia. Me dí cuenta de que como bailarín entre los ídolos tiene la capacidad de motivar a los demás. Aquí desarrolló el arte de su pincel. Desde entonces ha trabajado mucho. Sus capacidades técnicas y su ojo seguro le permiten llevar a cabo sus ideas como si de un juego se tratara. La perfección aparece como algo normal, sin trampa ni cartón. El transfondo mecánico se muestra como un error en el sistema, el cual él clasifica entre los “medios de pintura” históricos gracias a la bondad y al rechazo amistoso. ¿Se lo agradecerán? Tiene el pelo gordo como musgo y aparca puntualmente su bici dorada delante de la galería. Le deseo mucho éxito: los cuadros tienen que formar parte de las mejores colecciones para poder crear allí más espacio para la realidad.

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