Manuel Rey Fueyo



Manuel Rey Fueyo (La Felguera, 1950)
Las pinturas de Manuel Rey-Fueyo aproximan al espectador al borde del abismo, en un punto abstracto  y nebuloso, sin principio ni fin. El público se adentra en una atmósfera cargada de misterio, donde parece que el tiempo se haya congelado. Se podría decir, por tanto, que el verdadero protagonista de la exposición es la incertidumbre, la duda, así como la ambigüedad que se esconde tras lo posible e imposible. Cada una de las obras del artista asturiano emana misticismo. Sus pinturas se originan gracias a un punto de inflexión, es como si se crease una fisura que deja traspasar la luz que se abre camino rasgando el halo enigmático que circunda toda su obra.
En sus lienzos el azar se ha evaporado, el resultado final, al igual que el título de la exposición, responde a las caligrafías del instante; en este sentido es, más bien, una manifestación, una revelación que tiene el artista para con su obra. Por eso, cuando observamos con atención  sus cuadros decubrimos nuevas formas orgánicas en continua evolución. El lienzo se transmuta en una radiografía de un ser corpóreo turbador, que preludia el nacimiento de algo nuevo, que todavía no se ha formado y no tiene un fin determinado. De este modo lo interno y lo externo, de igual modo que lo orgánico e inorgánico, conviven entre dos universos contrarios –oscuridad y la luminosidad– que afloran en gran parte de sus obras.
A diferencia de otros coetáneos, las obras del artista muestran deliberadamente la fragilidad intrínseca que habita en nosotros.  Según las filosofías de la existencia, estas arrancan de una llamada “vivencia existencial”, que es entendida por los existencialistas: como fragilidad del ser. Íntimamente relacionado con la vertiente más pesimista, en la que se interrelaciona la fragilidad del ser con el camino anticipado hacia la muerte, con la sensación de hastío generalizada en nuestro día a día e, incluso con la repugnancia que sentimos a veces hacia el mundo, en definitiva, todo se resume al estado de incertidumbre en que vivimos.
En definitiva, Manuel Rey-Fueyo induce al espectador a que se aventure a mirar más allá del propio cuadro, incluso a alejarnos de nosotros mismos para lograr la comunión perfecta entre el espectador, el artista y su obra.

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